
Hoy en día, estamos más conectados que nunca, podríamos decir que hiperconectados. Ya sabemos que el 95,8% de los ciudadanos de la península navega por Internet y el 90% de la gente en el mundo ya ha hecho alguna compra online. Pero a veces, nos cuesta ver la tecnología como algo que tenga un impacto real. Detrás de cada click, streaming o e-mail, hay una huella ambiental que no podemos ignorar. La transición digital, lejos de ser “invisible”, gasta recursos, energía y genera montañas de residuos. Por eso, es hora de ponernos a pensar en cómo afecta esto a nuestro planeta.
La cara oculta de los dispositivos: extracción, obsolescencia y desechos
Fabricar smartphones, ordenadores o televisores implica un 71% del impacto ambiental que causa el sector tecnológico. Cada dispositivo es como una mini cápsula llena de materiales raros: un smartphone puede integrar más de 60 elementos de la tabla periódica, como litio y cobalto, que muchas veces se sacan de zonas conflictivas o con métodos nada sostenibles. En Europa, hay 4.500 millones de dispositivos en uso (casi 9 smartphones por cada 10 personas), y la situación es alarmante: solo el 1% de sus componentes se reciclan de forma adecuada. La solución está en alargar la vida de nuestros gadgets, optar por productos reacondicionados y exigir a las marcas que diseñen aparatos reparables.
Centros de datos y streaming: la energía que no vemos en la nube

Grandes compañías como Google, Amazon y Microsoft manejan a los centros de datos del mundo que consumen alrededor del 1% de la electricidad global. Aunque prometen ser neutros en carbono, a menudo compensan sus emisiones en lugar de bajar realmente sus niveles. Plataformas de streaming como Netflix o TikTok tienen una huella de carbono tan grande como la de ciudades enteras, como Lisboa. Hacer que los vídeos se reproduzcan solos en HD —incluso en pantallas pequeñas— y el famoso scroll infinito de las redes sociales solo contribuyen a este problema. Y no nos olvidemos de los correos electrónicos: uno con archivos adjuntos puede emitir 50 gramos de CO₂.
Acciones cotidianas para mitigar tu huella digital
Pequeños cambios pueden hacer una gran diferencia:
- Desactiva la reproducción automática en plataformas de vídeo.
- Evita el HD en pantallas de menos de 10 pulgadas.
- Limpia tu bandeja de entrada y elimina correos que ya no necesitas.
- Firma de emails: Usa una firma minimalista, sin imágenes ni logotipos, para reducir el peso de tus correos electrónicos.
- Date de baja del spam y los correos que ya no te interesan.
- No imprimas los emails. Quizás lo más ecológico sea plantearse antes de escribir un correo si realmente es necesario enviarlo.
- No al scroll infinito: Las redes sociales cargan automáticamente un vídeo tras otro para monetizar tu atención. Tu tiempo es un bien precioso, no permitas que te lo roben.
- Reduce el uso de almacenamiento en la nube para archivos que no son imprescindibles.
- Comparte dispositivos (como impresoras o routers) y elige hardware reacondicionado.
- Repara en vez de reemplazar y recicla tus aparatos en puntos limpios.
Responsabilidad compartida: de las fábricas al ciudadano
Los fabricantes tienen que acabar con la obsolescencia programada y usar materiales reciclables. Y nosotros, como usuarios, necesitamos dejar de acumular dispositivos que no usamos —eso que se llama el “síndrome de Diógenes digital”— y optar por hábitos más responsables, como usar transporte público o comprar productos de segunda mano. La Agencia de Transición Ecológica francesa (ADEME) tiene herramientas muy útiles para que calculemos nuestra huella por actividades cotidianas, como enviar un correo o ver una serie.

Cambiando las reglas del juego
No podemos dejar que la transformación digital sea más importante que la transformación ecológica. Mientras un astronauta en la Estación Espacial Internacional observa lo frágil que es nuestra atmósfera, millones de personas en la Tierra compran un móvil en Amazon, lo que empeora la situación. La solución pasa por gestos simples, como apagar la cámara en Zoom para ahorrar energía (apagar la cámara en Zoom ahorra un 96% de energía), y también por una revolución industrial más verde. Lo que realmente será inteligente en el futuro no estará en nuestras pantallas, sino en cómo logramos un equilibrio entre la tecnología y la naturaleza.
Fuentes: Datos de Statista, INE, Ministerio de Consumo, OCU